viernes, 6 de abril de 2007

Una educación sentimental


No pienses que todos vemos las cosas del mismo color.

No intentes tocarme si no sabes dónde estoy.

Descubreme y verás mi evolución.

No nos conocíamos, no era nadie importante.


Quería algo suyo y perfecto. Se había enamorado de lo que había visto, estudiado en cada movimiento, examinado y comprobado; pero no había sido capaz de ver tras aquella tesis un ser humano a quien amar suponía introducirse en el mundo de lo c omplicado e impredecible.

Éramos dos extraños tratando de ver en el otro una ficción.


No puedes pedir que te de la mano el que camina por la acera de enfrente. No pueden compartir un sueño los que sueñan con una vida completamente distinta. Nunca se fundirán en uno aquellos cuyos velos están pintados en tonos diferentes.

Todo parecía perdido.


No nos queríamos, no éramos capaces de mirarnos; pero sólo con sentirnos, con conocernos a través de ojos ajenos, aprendimos.

Comprendía que la pasión es un instante y lo simple la eternidad; que las palabras no siempre rompen el silencio; que incluso lo que perece vale la pena por el mero hecho de ser hermoso.


No éramos dos enamorados, no daríamos la vida el uno por el otro; pero por fin llegó el día en que nos atrevimos a espiarnos a través de los velos que nos cubrían. Alzamos la vista y nuestros ojos se encontraron.

Ya éramos capaces de mirarnos. Podíamos tocarnos, abrazarnos y besarnos; unirnos y embriagarnos. A la mañana siguiente nuestro pacto se selló con una sonrisa.


La guerra había acabado. Quizás seguíamos sin ser dos enamorados; sin embargo, habíamos aprendido cosas más importantes. Ya sabíamos cogernos de la mano, jugar a descubrirnos, tratar de cautivarnos... y supimos, finalmente, decir "lo siento" y perdonarnos.


EL VELO PINTADO- John Curran- Posibles reflexiones

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